Nunca necesité que fueras fuerte. Nunca quise fuerza, mi
amor ya lo era suficiente para la dos; aunque eso ya deberías saberlo. Nunca te
necesité para que me juzgaras, ni para cuestionar cada día de mi vida. Yo nunca
te pedí ayuda, sé cuidar de mí misma. Nunca necesité palabras. Nunca necesité
las heridas que tan a conciencia trazaste sobre mi piel.
No quiero seguir con esto. No te quiero a ti, ni un solo
segundo más Lo siento, pero ya es demasiado tarde para intentar arreglarlo. No
hay nada que salvar: las llamas del odio y la agonía ya lo han consumido todo.
No hay marcha atrás. Voy a desprenderme del frío tacto de tu corazón
insensible. Voy a borrar el ácido de tus miradas que tanto me han atormentado.
¿Y ahora qué? ¿Qué nos queda? Tan solo este silencio
envenado y el rastro de unas lágrimas de amargo dolor.