martes, 1 de marzo de 2011

LA OTRA CARA DE LA LUNA

Es bien entrada la noche pero yo no puedo dormir, estoy demasiado ocupado pensando en ti. La pálida luz de las estrellas ilumina mi habitación mientras acaricio las cuerdas de mi guitarra tocando una de tus canciones. Sentado en el alfeizar de mi ventana disfruto de la fresca brisa nocturna que es como un bálsamo para mi piel. Contemplo la delicada belleza de la luna llena que se alza sobre mí imponente y no puedo apartar los ojos de ella mientras le hablo y le cuento todo lo que soy incapaz de decir, todo lo que siento y lo que tengo miedo de sentir. Le hablo a la luna deseando que mis palabras te lleguen, aferrado a un sentimiento llamado esperanza o algo parecido arrugado y pisoteado por el tiempo. Porque en mis sueños tú estás al otro lado hablándome a mí también.
Los vecinos me toman por loco, pero ellos no lo entienden, no saben que eres lo único que tengo en este mundo, que si no estás tú ya no tengo con quien compartir mis sueños y mis miedos, nadie a quien regalar una sonrisa, nadie con quien compartir mi vida. Ellos no ven lo que yo veo, no se dan cuenta de que cada noche en el reflejo plateado de la luna veo tu rostro triste.
Sé que estás ahí fuera, en algún lugar, quizá en la otra cara de la luna, quizá más allá del cielo, quizás fuera del alcance del tiempo. O quizás sólo soy un estúpido solitario que se sienta a hablar con la luna.