Era valiente, decido, luchador,
fuerte, noble. Todas esas cualidades se escondían bajo esa mirada penetrante,
en esos ojos que ocultaban una profunda soledad bajo una coraza que había
aprendido a construir a partir del dolor y la crueldad de un mundo frío. A
pesar de su juventud, ya había probado sobre su propia piel la dureza de la
vida en toda su brutalidad.
Poco a poco, había visto como su
mundo se hacía añicos a base de mazazos de realidad tajante. Ni un ápice de
compasión. Ni una brizna de compresión. Hacía ya tiempo que había descubierto
que estaba completamente solo en el mundo.
Sin embargo, bajo la gruesa capa
de hielo que cubría su corazón, seguía latiendo el deseo de amar y ser amado.
Al fin y al cabo, aun no había conseguido borrar de sus labios el rastro de
aquél beso robado…